viernes, 5 de junio de 2015

VIno y fresas (Erótico)

El olor de las fresas le recordó a aquella noche de su ultimo beso, de aquel fortuito adiós, tras 2 años de haber renunciado al amor , y haber descubierto lo que es la traición, el olor de las fresas le recordaban a que sabia la infidelidad. Sin embargo en esta ocasión Marcelo no tuvo esa repulsiva sensación de estar en el Empire State y caer al vacío , tras ser apuñalado directo al corazón, nunca había amado como amo a esa mujer, dio todo por ella.
Dos años atrás  en pleno éxtasis ella pronuncio un nombre desconocido, cuando los senos de Nicolette danzaban presurosos al ritmo del sax de Kenny G, dejando ver como su abdomen se estremecía y brillaba por la exhalación que su cuerpo producía, moviéndose y desplazandose en   sensuales  posiciones sentada mientras Marcelo besaba su cuello y deslizaba su lengua por su mejilla, a ella eso le encantaba , y cuando los dos estaban a punto de culminar una noche de besos, fresas y vino, Nicolette dejo brotar su excitación, mostrando la fina y delgada linea de vellos en su pubis brillante, cual pasto en la mañana a la luz de la mañana brillando como el rocío resplandeciente,sin embargo sus palabras apagaron el momento como si el Sahara se convirtiera en Siberia . —¡Dante! Exclamo ella y después de un segundo de reflexión el vacío imperio la habitación , Marcelo la arrojo de su cuerpo , ambos mirando al vacío , el olor a fresas y vino tinto impregno el ambiente , las lágrimas de Marcelo apagaron un rostro que dos minutos atras destellaba de felicidad, el silencio se hizo incomodo, era como tener 15 de nuevo y experimentar aquella primera vez , en donde mostrar tu cuerpo desnudo era vergonzoso. Nicolette rompió el silencio y dijo — Dante , no es tu mejor amigo, sin embargo cuando peleamos si fue el mio.— Las palabras se clavaron como si cada letra fuera una aguja que corría a mil kilómetros por hora al corazón de Marcelo. Putas les llamaba  el, y desde entonces no volvió a amar y veía a las mujeres con repulsión.

Eran las 9 de la noche de los primeros días de enero en la Ciudad de México, Marcelo desayunaba en un lujoso restaurante a unas calles del Wolrd Trade Center , ya eran pocos los clientes y algunos miembros del personal ya se abrigaban dispuestos a marcharse . Una pareja en la mesa de enfrente se miraban de manera solemne, era facil ver que se amaban. Disfrutaban de un «Concha y Toro», unas fresas cubiertas de chocolate amargo, una tabla de quesos y un pan de ajo que se veía delicioso. La mujer no era mayor de 30 , tenia un busto delgado y una larga caballera pelirroja, obviamente de color artificial.Su vestido negro la cubría hasta la pantorrilla , el corte evasé dejaba a la imaginación los detalles de su busto pero permitía disfrutar su espalda para deleite de los comensales, aunque era suficientemente apretado para poder distinguir que , o tenia frío o las caricias que hacia con su pie descalzo entre las piernas de su pareja también a ella la excitaban. El tipo debía ser muy buen amante, pues el bulto debajo de su pantalón apenas era visible y con algo así, no queda mas que saber moverse.

Y ahi estaba Marcelo en una fria noche de enero en épocas de cabañuelas, esperando a que dieran las 10 para marcharse a casa y ver como el personal lo idolatraba adornada de lambisconerias por dejar tan buenas propinas. Al filo de las 10 pm mientras Marcelo veia aquella pareja comerse con la mirada, y tocarse sin pena bajo la mesa, recordó lo que era su vida antes de odiar, en esta ocasión las fresas y el vino le recordaban momentos de éxtasis , cuando a solas y en la noche , Marcelo se metía bajo las sabanas y besaba los labios de Nicolette y acariciaba el pequeño racimo de vellos que ella recortaba con curiosas formas y figuras, que a el le encantaban, cuando subía por su vientre después de besar sus labios para besar su ombligo, luego sus senos , su cuello y llegar a su boca . Parecía que la había perdonado por haberlo traicionado con quien el creía su mejor amigo. Una sonrisa se dibujo en su rostro , recordando el cuerpo desnudo de aquela mujer talla 5, copa B que tenia dibujado en sus senos dos pequeños soles redondos y bien formados rosados como las hojas de sakura. Pero eso era ya tiempo pasado.

A las 10 en punto se marcho y como cada noche que cenaba en aquel restaurante cerca del World Trade Center , el personal lo empalagaba de halagos . Salio se coloco su saco satinado color negro , y camino hacia su automóvil, y justo cuando se dirigia a su casa para poder dormir y descansar, un pitido sonó en su celular, era un recordatorio para la junta del dia siguiente, recordó que había dejado los documentos en su oficina, dio un girio en un que dejo marcas de caucho en el pavimento y un chirrido estruendoso que logro que un par de luces se encendieran en los departamentos contiguos de aquella avenida. Nunca habia ido en la noche a la oficina, y tenia un poco de miedo a la oscuridad. El era director de una editorial en México que se encontraba en la colonia Roma, las oficinas y la maquiladora se encontraban en el mismo edificio, y en la imprenta trabajaban las 24 horas, cuando llego una guardia nocturna le dio la bienvenida era la primera vez que miraba a un alto mando de la empresa. Marcelo estaba ya por cumplir los 33 años, era un hombre alto y robusto, su piel estaba bien bronceada y dejaba lucir un pequeño tatuaje en honor a su madre justo a la altura del corazón, su cabello lacio y largo estaba cubierto de una plasta de mousse para el cabello y amarrado por atrás dejando ver lo que parecía el rabo de un conejo negro. Sus ojos eran café claros y su sonrisa era de un blanco casi aperlado, un lunar justo en su mejilla  izquierda era lo único que adornaba su rostro, sin embargo tenia miedo a la oscuridad.

Indico a la guardia que lo acompañara a inspeccionar su oficina en búsqueda de los documentos que había olvidado, las luces del edificio se encendieron solo para el,  mientras caminaban al ascensor Marcelo pregunto a la chica cual era su nombre . —Amanda Cervantes— Respondió en tono dulce mientras regalaba una sonrisa a Marcelo, el la miro sintió cierta intriga en su mirada, estaba aun algo excitado después de ver como esos amantes se devoraban con la mirada en el restaurante, la chica era alta con un poco de sobrepeso , sus gluteos estaban bien formados y unos grandes senos que mostraban un poco de piel en la apretada silueta que formaba la camisa azul con reflectantes que portaba.  Amanda se percato de su indiscreta mirada, y justo cuando el se sonrojo ,las puertas del elevador se abrieron.
Marcelo siguió contemplando a Amanda sin embargo siguió mirando , solo que esta vez de manera mas precavida, cuando el elevador marcaba el piso 4 aun faltaban 4 mas para llegar a su oficina, y de manera imprevista, Marcelo dejo ver que Amanda le atraia, tal vez era ese trasero tan marcado, o la piel que mostraba su pecho, tal vez era su cabello largo y ondulado, o sus ojos color avellana, tal vez era su voz, o el aliento a fresas que emanaba.

Llegaron al piso 8 el entro apresuro al baño para acomodar el evidente e indiscreto  problema entre sus piernas , mientras ella espero paciente en la silla de su escritorio. Sin embargo Marcelo no aguantaba mas , y exhalando gemido de adolescente que por primera vez exploraba su cuerpo los suspiros contiguos llamaron la atención de Amanda quien de manera cautelosa se asomo por el filo de la puerta del baño, y vio la sombra de un hombre que jugaba con su cuerpo . Ella sintió como el frío de aquella noche de enero rosaba por su piernas y llegaba a su cuello, erizando cada vello de cada centímetro de su cuerpo. Y comenzó a jugar el mismo juego. Sin embargo un grito casi apagado de exitación alerto a Marcelo que se encontraba inmerso en los recuerdos de aquellas noches de pasion, vino y fresas. Abrió la puerta y no era la misma mujer, la que estaba frente a ella sudaba nerviosismo , irradiaba perversión y exhalaba un aliento sabor fresa. Sin mediar palabra, Marcelo se despojo de su camisa, la tomo de la cintura y la beso, sus besos eran deliciosos, eran vibrantes y excitantes, parecía que salían chispas de sus labios, ella lo empujo y tras dos segundos de silencio , tomo las cosas del escritorio de Marcelo y las arrojo al suelo, al mismo tiempo Marcelo se despojaba de su camisa y  pantalón, cuando el escritorio quedo limpio, Amanda se recostó sobre el escritorio mientras sus manos temblorosas desabrochaban su cinturón, Marcelo la contemplo, como si un Leon estuviera apunto de devorar a una gacela indefensa, de repente sintió como Siberia se convertía en el Sahara, y después de ver los torpes movimientos de una chica presa del nerviosismo, el mismo nerviosismo de aquellos primeros amores , amores de eyaculaciones precoces, piernas temblorosas, y extrañas sensaciones en el cuerpo. Al mismo tiempo era como liberarse de aquel odio que alguna vez fue amor.

El frío era inminente en aquella noche de enero, pero el calor en esa habitación derretía hasta los hielos del polo sur, se miraron fijamente, no decían nada, Marcelo encendió su celular y Europa de Santa Anna comenzó a sonar, y preso de la excitación pretendió besarla, pero ella lo lanzo, y fue ella quien lo beso, se hinco y siguió con el trabajo que a solas Marcelo había comenzado, el subio la mirada mientras guiaba a Amanda tomándola del cabello como vaquero montando una Yegua,  después ella subió la mirada, era una mirada traviesa, llena de lujuria, ella comenzó a besarlo hasta llegar a su cuello en donde Marcelo fue víctima de una excitación  como la que nunca había sentido, Amanda era una mujer real, con verdadera fuerza en sus besos y sin complejos. Ella siguió besando y comenzó a bajar de nuevo pero el la detuvo, ella se levanto y la beso en su boca, quería sentir ese sabor a fresas, el fruto que por dos años odio ahora lo tenia preso en pensamientos obscenos.


Ella dejo marcas de placer en su espalda mientras el acaricibiaba su cuerpo lampiño , que era tan exquisito como tocar la corteza de un durazno. Marcelo se dejo caer y acaricio aquella textura aterciopelada con su lengua, besando aquellos labios lento y delicioso, como ni siquiera en la boca la habia besado, para después acariciar sus entrañas dibujando una G, una G de placer y  deleite que arrojaba una fuente de satisfacción y regocijo ,  canto de respiraciones y suspiros acompañados de gritos ahogados y gemidos. Después presa  de del gozo, Marcelo se sumergió en un mar de besos , caricias, y arañazos. Ya no era un león y una gacela jugando al gato y al ratón, ahora eran dos trenes que iban a toda velocidad en medio del Sahara , uno del polo sur , otro de Siberia, eran dos trenes a punto de colisionar, al son de «Feels soo good» de Chuk Mangione , eran dos personas desilusionadas del amor, experimentando el regocijo de ver desnudo a tu compañero y pasar de estar acomplejado sumergido en el odio, y la decepción , a estar completamente embriagado ,de placer y mutua complacencia . Los trenes chocaron a las 12 pm  de una noche de enero, envueltos en besos sabor fresa.

Escrito por Mario Daniel Martinez Sandoval.
Todos los derechos reservados.

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